SANTA BRÍGIDA, 1303 - 1373




Brígida Birgersdotter nació en el año 1303 en el caserío de Skederid, junto a Finsta. Allí se conserva el pequeño templo en el que fue bautizada; un sencillo edificio, lugar de peregrinación desde 1391, cuando Brígida fue proclamada santa. La capilla original parece que fue construida por Birger Persson, padre de la muchacha, emparentado con la dinastía reinante en Suecia y dueño del caserío/granja de Skederid.

Familia de peregrinos


Los ancestros familiares de Brígida ya habían mostrado un afán por peregrinar. Lo habían hecho un abuelo, un bisabuelo, así como sus propios padres, Birger Persson e Ingeborg. Estos habían acudido, a partir de 1321, hasta Jerusalén, Roma y otros centros de piedad.


La joven era prima de Magnus II Erikson, rey de Suecia y Noruega. Fue dama de la reina, Blanca de Namur y consejera de la pareja real. A los quince años contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, hijo del gobernador de Ostrogotia. El matrimonio tuvo ocho hijos. Entre ellos, santa Catalina de Vadstena.


Los esposos acabaron abandonando la corte de Estocolmo, en busca de una vida de mayor espiritualidad. En el año 1338 Brígida y Ulf peregrinaron hasta la tumba de Olaf II, primer rey noruego convertido al cristianismo; santo y patrono de Noruega. Para llegar a la catedral de Nídaros, la actual Trondheim, donde se hallaba la tumba del santo, caminaron durante un mes, siguiendo una dura senda por tierras de montaña.


Rumbo a Santiago de Compostela


En el año 1341, los esposos partieron hacia Santiago de Compostela. Para ello, dejaron a sus hijos con otros parientes o en centros religiosos. Partieron en un grupo, en el que también viajaba un monje de la abadía de Alvastra, Svennung, quien sería testigo de su especial vida religiosa. Se sabe que pasaron por Coloniagran ciudad de peregrinación; famosa por albergar las reliquias de los Reyes Magos.


Desde Colonia, los peregrinos marcharon a Aquisgrán. Se cuenta que el viaje a España fue gozoso. En Santiago de Compostela consiguió la santa un libro atribuido a san Bernardo, Liber de modo bene vivendi, que luego le influiría en sus escritos. En el viaje de retorno, cruzó una Francia convulsa por la Guerra de los Cien Años. Cuando llegaron a Suecia ambos, se retiraron al monasterio cisterciense de Alvastra, ubicado a la orilla del lago Wättern, en Ostrogotia. En el inicio de 1344, Ulf falleció allí mismo.


Alvastra y Roma


Brígida, desde pequeña había tenido “revelaciones”. Tras la muerte de su esposo, tuvo una nueva visión que le indujo a establecerse en Alvastra y repartir sus pertenencias y posesiones entre los hijos y los necesitados.


Salió del centro religioso en el año 1350, para acudir a Roma, con objeto de ganar el jubileo por el Año Santo y pedir al papa la autorización para la nueva orden religiosa que había empezado a organizar. Sólo pudo presentar su solicitud en 1368 a Urbano V, una vez retornado a Roma, pues el Papa residía en Aviñón un periodo en el que varios pontífices se instalaron sucesivamente en la ciudad papal gala. En la Ciudad Eterna mantuvo una vida activa durante más de 20 años. Roma era una ciudad decadente y conflictiva, dominada por las rivalidades de los Orsini y los Colonna. La santa, en lugar de marchar a Aviñón, escribió al Sumo Pontífice indicándole que le esperaba allí. Fue una espera de 17 años, en los que compaginó la habitual residencia en Roma con visitas a santuarios como Asís, y estancias en Nápoles.


A Jerusalén


Tras la legalización de las reglas de la orden por el papa, Brígida, ya con setenta años, peregrinó a Jerusalén; su última peregrinaciónUn obispo español, Alfonso Fernández Pecha, fundador de la orden de San Jerónimo, que conoció en Nápoles, la acompañó en aquel viaje. Este destacado humanista sería también el primer redactor/editor de sus Revelaciones.


El 23 de julio de 1373 murió esta gran viajera en Roma, acompañada de Catalina, su hija. En 1391 fue canonizada. En el año 1412 sus restos fueron trasladados desde Roma su tierra natal, para ser sepultados en el monasterio de Vadstena; casa matriz de la Orden que ella había fundado.


Una mujer con los gobernantes


Brígida fue una mujer muy relacionada con las elites gobernantes de la iglesia y los estados europeos; ello le permitió buscar la paz entre Francia e Inglaterra, enfrentadas durante la Guerra de los Cien Años; tratar de poner fin al Papado de Aviñón; e incluso reprender al clero y sus dignatarios por sus excesos.


Fundadora y patrona de Europa


La Santa fundó una orden de monasterios dobles, de monjes y monjas: la llamada Orden del Santísimo Salvador. La llegada de la Reforma protestante dejó seriamente dañada a la institución, que se recuperó especialmente a partir del siglo XIX. En la actualidad, pervive, aunque prácticamente integrada sólo por monjas. Se rige por la regla de San Agustín.


El rey Magnus II de Suecia concedió a Brígida el castillo de Vadstena, que fue transformado en convento para acoger la nueva orden. Allí fueron enterrados los restos de Ulf y de Brígida.


En 1999, el Papa Juan-Pablo II, anunció en un acto solemne, durante el Sínodo de Europa, la declaración de Santa Brígida de Suecia como patrona de Europa; junto a Catalina de Siena, y Edith Stein. Con ello intentaba realzar el papal de las mujeres en la historia de la Iglesia y de Europa.

Tomás Álvarez, Santos en el Camino a Santiago.


PEREGRINACIONES

 

1ª Peregrinación. Ulf y Brígida (35 años), a la catedral de Trondheim. Un mes por caminos de montaña para visitar la tumba del primer rey noruego convertido al cristianismo Olaf II.

 

2ª Peregrinación. Ulf-Brígida (38 años) y un grupo de peregrinos, a Santiago de Compostela. Al poco tiempo de regresar fallece su esposo Ulf.

 

3ª Peregrinación. A Roma con su hija Catalina, Brígida tiene 45 años. El año 1350 desea celebrar el jubileo y recibir la aprobación del Papa de las reglas monacales para su Orden del Salvador.

 

Durante los años de Roma, peregrina en varias ocasiones a Asís, Nápoles y otros santuarios.

 

4ª Peregrinación. A Jerusalén. Brígida tiene 70 años y marcha con dos de sus hijos y con el obispo Alonso Fernández Pecha a quien había conocido en Nápoles y era su director espiritual.




SAN ROQUE, +1379






En Italia y en Francia se veneraba ya a san Roque en el siglo XV, poco después de su muerte, sin embargo, no existe ningún relato auténtico de su vida. Está fuera de duda que nació en Montpellier y que se dedicó a asistir a los enfermos durante una epidemia en Italia, pero a esto se reduce prácticamente lo que sabemos acerca de él.

Las «vidas» que existen constituyen un zurcido de leyendas populares, cuya base es tal vez histórica, pero no hay manera de comprobarlo. Según una biografía escrita en 1478 por el veneciano Francisco Diedo,


Roque era hijo del gobernador de Montpellier; quedó huérfano a los veinte años e hizo una peregrinación a Roma. Durante la epidemia de peste que se desató por aquella época, se dedicó al cuidado de los enfermos en Acquapendente, Cesena, Roma, Rímini y Novara y consiguió curar a muchos tan sólo con hacer sobre ellos la señal de la cruz. En Piacenza contrajo la enfermedad y, como no quería ser una carga para ningún hospital, se arrastró hasta las afueras de la ciudad para morir solo. Pero un perro le alimentó milagrosamente, y el amo del animal acabó por descubrir a san Roque y se encargó de asistirle. Cuando recobró las fuerzas, el santo volvió a la ciudad, donde curó milagrosamente a muchas personas y numerosas cabezas de ganado.


Finalmente retornó a Montpellier. Su tío no le reconoció, y el santo estuvo preso cinco años y murió en la cárcel. Cuando los guardias acudieron a examinar el cadáver, cayeron en la cuenta de que era el hijo del antiguo gobernador de la ciudad, pues tenía en el pecho una señal de nacimiento en forma de cruz. Toda la ciudad acudió a los funerales, y el santo siguió obrando numerosos milagros después de muerto.


La popularidad y rápida extensión del culto a San Roque, que sigue vivo en nuestros días, fue verdaderamente extraordinaria. Se le invoca sobre todo contra la peste. El Martirologio Romano le menciona, y su fiesta se celebra en muchos sitios.

Butler: Vidas de santos



PEREGRINACIONES

La peregrinación de san Roque en aquel final del siglo XIV, es sencilla y conocida.

De Monpellier hasta Roma y regreso a Monpellier alrededor de 2050 kms.

Se le representa también como peregrino a Santiago

San Roque es patrón de los peregrinos.




SAN BENITO JOSÉ LABRE. 1748 - 1783



Hijo mayor de una familia acomodada de 15 hijos, había nacido cerca de Boulogne el 26 de marzo de 1748. A los doce años fue enviado a estudiar bajo la dirección de un tío suyo cura. Durante los 6 años que pasó en la casa rectoral del tío maduró la posible vocación monástica, pero no obtuvo la aprobación de sus padres hasta la muerte del buen clérigo, en tiempo de epidemia.

Y allí empezó para el joven lo que fue un auténtico víacrucis por monasterios de clausura de todo tipo –cistercienses, trapenses, cartujos- en los que intentó ser monje con escaso éxito, pues de unos tuvo que salir por motivos de salud (en los que los escrúpulos tuvieron un papel importante) y de otros fue invitado a marcharse. El último monasterio en el que estuvo fue la abadía de Sept-Fonts, cisterciense, en 1769 (21 años), pero brevemente porque llegaba exhausto de los anteriores intentos fallidos.


A pie descalzo

A partir de ese momento, su vida fue un peregrinar a pie descalzo a santos lugares, sin morada fija y viviendo solamente de la providencia. En muchas ocasiones despreciado y objeto de burlas, sin embargo, no le faltó la ayuda de gente buena, se cuenta incluso que uno de los que lo alojaron en su casa habría sido el tío del Cura de Ars. A pie recorrió media Europa, desde Compostela a Nápoles, pasando por Ensiedeln en Suiza, Paray-le Monial en Francia, Loreto, Asís y Nápoles, etc., hasta que llegó a Roma en 1778 y allí se quedó hasta su muerte cinco años después a los 35 años.


Por suerte se quedó en Roma en ese periodo final de su vida, pues si hubiese seguido peregrinando quizás no hubiera llegado a la gloria de los altares. De hecho, en el proceso de canonización se objetó que tanta peregrinación no podía ser camino seguro de santidad, según la famosa aseveración que hace la Imitación de Cristo: Qui multum peregrinantur, raro santificantur.

Pero como al final se asentó en Roma, aunque fuera indigente sin techo, entonces se pudo superar la dificultad. 


Sencillez y humildad

La vida no le sonrió a nuestro vagabundo pero la gente de la Urbe lo quiso mucho: acostumbrados a altos prelados, famosos fundadores y figuras espirituales de todo tipo, los romanos se enamoraron de la sencillez y la humildad de este hombre que no pedía limosna pero confiaba en la providencia, e incluso aprovechaba el dinero que le daban para a hacer obras de la caridad. Visitaba las tumbas de los mártires, asistía cada día a misa y acudía a la adoración de las Cuarenta Horas en las diferentes iglesias de la ciudad; y además, jugaba con los niños y gustosamente se paraba a hablar con la gente, llegando a ser el paño de lágrimas de muchos.


Aquel 15 de abril de 1783 era un miércoles santo, cuando un carnicero del barrio de nombre Zacarelli se lo encontró caído en la calle cerca del mercado de Santa Maria dei Monti y decidió llevarlo a su casa. La última noche de su vida tuvo un techo y el calor de un hogar, en el que murió en la madrugada del día siguiente, Jueves Santo, 16 de abril.


El cielo de los elegidos

Camilo José Cela, admirador de Labre, escribió sobre su muerte: Mientras las campanas de Roma repicaban el anuncio de la Salve, Benito José Labre, claro espejo de vagabundos, cerró los ojos para siempre. Su alma, también para siempre, voló, escoltada por el sonar de los clarines del gozo, hasta el alto cielo de los elegidos.

Canonizado solemnemente por León XIII en 1881 siempre será pobre entre los pobres.


Alberto Royo Mejía. VIDA NUEVA, 14/10/2023

 


SAN BENITO JOSÉ LABRE, PEREGRINO VAGABUNDO


La vocación singular de san Benito José llama la atención e interroga, como todos los santos que nos muestran con radicalidad una de las dimensiones de Cristo. Fueron muchos kilómetros, pero sobre todo cómo los caminó.

·      Peregrino en pobreza y humildad. Siempre caminó a pie.

·      No mendigo sino vagabundo. Nunca pidió dinero y si le daban alimentos o monedas las repartía con los demás sin techo.

·      Con la meta siempre en un santuario. Todos los conocidos en Europa en el siglo XVIII.

·      Con máxima austeridad y penitencia.


Algunas peregrinaciones:

Amettes a Loreto: 1414 kms

Loreto Roma (ida y vuelta): 562 kms

Roma a Compostela: 2254 kms

Compostela a Paray-le-Monial: 1430 kms

Paray-le-Monial a Roma: 1103 kms

Roma a Ensiedeln, Suiza (ida y vuelta): 1650 kms



SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO 1538-1606



Un descendiente de la noble familia Mongrovejo, Toribio nació en Mayorga de Campos, España, en 1538. Experto en derecho canónico, se ganó con razón su reputación de distinguido jurista. Era profesor en la Universidad de Salamanca cuando el Rey de España, Felipe II, decidió enviarlo al Perú como Obispo de la Ciudad de Los Reyes, que más tarde se convertiría en Lima, hoy capital del Perú.

UN OBISPO ENVIADO A LAS INDIAS


Cuando el Rey lo llamó, en 1580, Toribio no era un clérigo sino un simple laico. En tiempo récord recibió todas las órdenes sagradas una tras otra hasta el sacerdocio y, finalmente, fue consagrado obispo. Cuando debió partir no estaba realmente muy entusiasmado, porque ya se imaginaba la situación que habría encontrado: Perú estaba sometido al duro dominio de los españoles desde hacía casi 50 años, pero no era el Virrey, enviado de la Corte de España quien gobernaba; eran los descendientes de los despiadados conquistadores los que efectivamente tomaban las decisiones de gobierno. Esa gente era quien imponía sus arbitrariedades injustas sin ninguna rémora moral. Eran ellos los que materialmente explotaban a los indígenas, con la excusa de una falsa evangelización que tenía muy poco que ver con el Evangelio: las condiciones de estas personas que el obispo encontró cuando llegó al Perú eran de un extremo empobrecimiento material, espiritual, cultural y humano. Los conquistadores, por el contrario, estaban muy satisfechos y eran muy celosos de sus propios privilegios adquiridos a expensas de los indígenas. Lo más triste era que también había muchos sacerdotes aburguesados, encadenados a sus privilegios eclesiásticos, ya que habían perdido la fuerza evangélica para denunciar las injusticias.


"¡CRISTO ES LA VERDAD, NO LAS APARIENCIAS!"


En este clima de injustos contrastes comienzan los 25 años de episcopado de Toribio y su trabajo como gran reformador que llevará a la primera verdadera organización de la Iglesia peruana. Decidió comenzar desde los sacerdotes aburguesados, desde su recuperación, especialmente con su propio testimonio de santidad personal. Dedicaba muchas horas a la meditación y a la oración, consciente de que la vida espiritual de una persona crece en la medida en que dialoga con Dios. Enseguida, puso su afectuosa atención de pastor en los pueblos indígenas. Estudió sus idiomas, el quechua y el aymara, para poder hablar con ellos, pero sobre todo para trabajar en una "re-evangelización" que hablara el idioma del respeto de su dignidad. Obligó a todos los sacerdotes que trabajaban en Perú a estudiarlos e incluso consiguió publicar el Catecismo de la Iglesia Católica en los idiomas indígenas, así como en castellano. Por amor a todos y cada uno de los pueblos indígenas, durante unos 10 años recorrió y visitó cada rincón remoto de su vasto territorio - miles de kilómetros - mucho más allá de las actuales fronteras peruanas; convirtió a muchos de ellos, y dio la confirmación a tres futuros santos: san Martín de Porres, san Francisco Solano y santa Rosa de Lima.


"AMAR A LAS PERSONAS QUE SE NOS HAN CONFIADO ES AMAR A CRISTO"


En el curso de su episcopado, Toribio fundó cien parroquias, convocó un Concilio Panamericano, dos consejos provinciales y doce sínodos diocesanos; cuando la peste llegó al Perú estuvo en primera línea entre los enfermos y les regaló todo lo que tenía. Obviamente, su opción preferencial por los descartados suscitó las antipatías del Virrey, que nunca lo vió asistir a las fastuosas ceremonias de la corte, y de los conquistadores, ya que a Toribio no le importaban en lo más mínimo. En cambio, los empobrecidos y abandonados indígenas eran sus ovejas privilegiadas, y con ellas y para ellas se comportó como un verdadero y buen pastor. Murió en uno de sus viajes a Zaňa el 23 de marzo de 1606. Benedicto XIII lo canonizó en 1726; Juan Pablo II lo proclamó patrón del episcopado latinoamericano en 1983.


https://www.vaticannews.va/es/santos/03/23/s--toribio-de-mogrovejo--obispo-de-lima.html



LOS VIAJES DE SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, OBISPO MISIONERO


Primera visita pastoral. 1584, parte de Lima hasta Cajamarca, pasando por Chachapoyas y Moyobamba. Recorrió entre ida y vuelta algo más de 4.000 kms, según las distancias por carreteras actuales. Tardó seis años en esta visita pastoral.


Segunda visita pastoral. Desde 1593 a 1597. Parte de Lima hacia el norte, pero esta vez por el litoral: Departamento de Áncash hasta Trujillo para finalizar en Lambayeque. Recorrió algo casi 2.000 kms, en ida y vuelta.


Tercera visita pastoral. Desde 1605 a 1606. En los tiempos que estaba en Lima visitaba las comunidades que estaban más o menos cerca. La celebración del Bautizo en estas visitas pastorales era muy abundante. En su tiempo bautizó a tres grandes santos peruanos: Santa Rosa de Lima, san Juan Macías y san Martín de Porres. En esta tercera visita pastoral llegó hasta Pacasmayo (445 kms) Murió en el convento de san Agustín junto al río Zaña.


https://es.wikipedia.org/wiki/Toribio_de_Mogrovejo



SAN JUNÍPERO SERRA (1713 - 1784)


Junípero Serra nació en Petra, Mallorca, en 1713. Ingresó en la orden de los franciscanos cuando era joven y fue ordenado sacerdote hacia 1737. Ocupó la Cátedra de Filosofía en la Universidad Raimundo Lulio de Mallorca y adquirió la reputación de ser un gran profesor y predicador en toda la isla.

A fines de la década de 1740, se ofreció a dejar su tierra natal porque sentía un gran anhelo de servir como misionero en el Nuevo Mundo. Al llegar a México, pasó ocho años en la Sierra Gorda, una región escabrosa de Querétaro en el centro de México. Ahí predicó a los indígenas Pame. También, durante parte de ese tiempo sirvió como presidente de las cinco misiones franciscanas en esa región. Después, por ocho años más, tuvo varios puestos en la sede de los misioneros franciscanos en la Ciudad de México. Durante este tiempo predicó gran número de misiones populares en muchas áreas de México.


En 1767 lo eligieron presidente del grupo de franciscanos designado a reemplazar a los jesuitas expulsados de sus misiones en Baja California. Dos años después, Serra tomó parte en la expedición para extender la frontera española hacia el norte y ocupar Alta California. De 1769 hasta su muerte en 1784, Serra fue presidente de las misiones franciscanas en Alta California. Durante su presidencia, se fundaron nueve misiones por la costa de California junto a las doce anteriormente fundadas y lo hizo entre diversos grupos de indígenas, los Kumeyaay, Ohlone, Salinan, Tongva, Cjachemen y Chumash.


Fray Junípero se esforzó por congregar dentro del complejo misional a los indígenas que vivían cerca. Esperaba poder darles a conocer, poco a poco y de una manera voluntaria, los fundamentos del catolicismo. Muy a menudo peleaba con las autoridades militares acerca de la mejor manera de tratar a los indígenas y hasta viajó una vez a la capital de México para persuadirle al virrey, en persona, de apartar a un comandante militar de su mando.


Durante los años que Serra estaba en California, miles de indígenas fueron bautizados y confirmados. Pero también muchos perecieron en las misiones, muchas veces a causa de las enfermedades introducidas por la incursión española en al área. Fray Junípero emprendió muchos viajes misioneros por California. Se mantuvo fiel a la misión hasta el fin de su vida a pesar de las enfermedades y debilidades físicas que padecía y que le agotaron sus fuerzas.

Falleció el 28 de agosto de 1784 en la Misión de San Carlos. Fue beatificado por San Juan Pablo II el 25 de septiembre de 1988 y canonizado por el papa Francisco el 23 de septiembre de 2015 en Washington EEUU.

https://www.usccb.org/es/node/27/beato-junipero-serra




SAN JUNÍPERO SERRA, PEREGRINO


El franciscano Junípero Serra fue un peregrino no de un santuario establecido e histórico, sino de un Evangelio itinerante. Fue peregrino del Evangelio, apóstol en el sentido más cercano a Los Doce. Los miles de kilómetros que recorrió fueron el signo que nos remite al misionero incansable, aunque estaba cojo y con graves achaques. Nos remite a la aventura del apóstol que crea un entorno adecuado para el nacimiento y crecimiento de la fe, que propone la fe a quien voluntariamente quiere conocer a Jesús, que transforma la realidad social y económica desde la utopía cristiana. Aquí tenéis un resumen de sus viajes.


1749, Viaje de Palma de Mallorca a México en barco: 9.377 línea recta.

Casi ocho meses de abril a diciembre.

1750, Viaje caminando de Veracruz a la ciudad de México, 390 kms.

1750, Misiones en la Sierra Gorda de Querétaro.

         Aquí las distancias no eran grandes. Es una zona de barrancos y cumbres

espectaculares. Desde los 310 metros sobre el nivel del mar a cimas

de más de 3.000 metros de altura.

Viaje hasta san Diego

-     1766, Ciudad de México al puerto san Blas (Tepic), algo más de 850 kms.

-     1768, Puerto san Blas a puerto san Diego, 2.280 kms.

1769, Viajes misionales entre san Diego y san Francisco.

Entre san Diego y san Francisco hay 820 Kms.

1772-74, Viaje a ciudad de México y vuelta. Barco, mulas, carros, a pie…

Casi 3.000 kms.




SANTA FRANCISCA JAVIER CABRINI (1850 - 1917)



La menor de trece hermanos, Santa Francisca Javier Cabrini (cuyo nombre de bautismo era Maria Francesca Cabrini) nació el 15 de julio de 1850 en un pequeño pueblo llamado Sant'Angelo Lodigiano, cerca de la ciudad de Milán, Italia. Creció encandilada por las historias de los misioneros y así tomó la decisión de ingresar en una orden religiosa.

Francisca estudió con mucho ahínco y obtuvo el título de maestra. Solicitó la admisión en las Hijas del Sagrado Corazón, que habían sido sus maestras, pero no se le permitió ingresar debido a su delicada salud.


Sin desanimarse, se ocupó del orfanato de la Casa de la Providencia en Codogno, Italia, donde enseñó y realizó obras de caridad. Allí hizo sus votos religiosos en 1877, añadiendo Javier (Saverio en italiano) a su nombre en honor del santo jesuita Francisco Javier, patrón de las misiones. En 1880, con siete mujeres jóvenes, Francisca fundó el Instituto de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Era tan ingeniosa como devota, y siempre encontraba personas que le donaban lo que necesitaba en dinero, tiempo, trabajo y apoyo.


Francisca y sus hermanas querían ser misioneras en China, por esa razón fue a Roma para conseguir una audiencia con el Papa León XIII. Contrariamente a lo que ella esperaba, el Papa le dijo que fuera no a Oriente, sino a Occidente, a Nueva York y no a China. Tenía que ayudar a los miles de inmigrantes italianos en Estados Unidos.


En 1889, la Madre Francisca Cabrini y sus Hermanas entraron en un mundo nuevo: la ciudad de Nueva York. Al principio, tropezaron con muchas dificultades y decepciones, pero como siempre, Francisca perseveró. Organizó clases de catecismo y educación para los inmigrantes italianos y se ocupó de las necesidades de los numerosos huérfanos. También fundó escuelas y orfanatos a pesar de las tremendas dificultades que se le presentaron.


Su deseo era difundir el amor y la devoción hacia el Corazón de Jesús a través de la oración, el ejemplo y el trabajo de sus Misioneras, promoviendo la solidaridad, la defensa de la vida y la dignidad del ser humano. Falleció en Chicago en 1917.


Beatificación, 1938. Canonización, 1946. Santa Francisca Javier Cabrini fue nombrada Patrona de los Inmigrantes en 1950, y en 1999, el Papa San Juan Pablo II se refirió a ella como la Misionera de la Nueva Evangelización.


Líder religiosa, administradora de empresas y portavoz de los oprimidos, la Madre Cabrini fue siempre una mujer compasiva. A pesar de las dificultades, la mala salud y las desilusiones, la paz de su alma le permitía irradiar una alegría nacida de la confianza inquebrantable en la divina providencia. Esta confianza total en Dios fue la característica más destacada de su personalidad y la fuente de una fuerza interior que la impulsó a alcanzar logros notables en un periodo de tiempo relativamente corto. Algunos vieron en Cabrini la encarnación de las aspiraciones de los inmigrantes: salir adelante, sobresalir, demostrar su valía. Otros, en cambio, atribuyeron sus logros al celo de una santa.

Hna. Mary Louise Sullivan, MSC, Madre Cabrini, Inmigrante italiana del siglo XX

 

MADRE CABRINI PEREGRINA


Siendo niña, Francisca Cabrini se había caído al río, y desde entonces tenía horror al agua. A pesar de ello, cruzó el Atlántico por primera vez, con seis de sus religiosas, y desembarcó en Nueva York el 31 de marzo de 1889 (39 años). Entre 1901 y 1913 inmigraron a Estados Unidos 4.711.000 italianos.

Pronto llegaron a la Madre Francisca solicitudes de todo el mundo para que fundara escuelas. Viajó a Europa, América Central y del Sur y por todo Estados Unidos (Newark, Scranton, Chicago, Denver, Seattle, Los Ángeles, Colorado, Chicago…). Cruzó el océano Atlántico en 23 viajes, cabalgó por los Andes y recorrió las tierras de Centroamérica, Brasil, Argentina, Europa y Estados Unidos en tren e incluso a pie, fundando un total de 67 instituciones: escuelas, hospitales y orfanatos.


SUS PALABRAS


EL AMOR DE DIOS, CUANDO PENETRA EN UN ALMA,

NO SOLAMENTE ALIGERA TODA PENA,

SINO QUE HACE LLOVER EN ELLA TANTO ROCÍO DE PARAÍSO

QUE LA ALEGRA Y LA EMBRIAGA.

CARTAS, 15 DE OCTUBRE DE 1891